La esencia de bitcoin y la IA

El liberalismo le da vida a Bitcoin; la democratización le otorga escala. El efecto de red es el puente invisible que conecta ambos, y demuestra que la libertad crece con la participación.

Por: Jordi Visser 

El autor es un inversor profesional con más de 30 años de experiencia en finanzas tradicionales y macroeconomía en Wall Street

Cuando vivía en Brasil, asistí al casamiento de la hija del chofer que usaba mi familia todos los días. En Brasil, un chofer no es solo un medio de transporte, sino también un guardián, a menudo una extensión de la familia, un refugio seguro en un mundo turbulento. La boda se celebró a quince minutos en auto de las afueras de São Paulo, una de las ciudades más grandes del mundo. Durante la recepción, un avión pasó volando sobre nuestras cabezas y un niño pequeño tiró de mi manga para preguntarme si alguna vez había volado en avión. Siguió preguntando y finalmente me consultó si alguna vez había estado en la gran ciudad de São Paulo. Su mundo estaba a solo unos kilómetros del nuestro. Ese momento nunca lo olvidé. Reveló que la brecha de oportunidades puede coexistir con la proximidad geográfica; la diferencia entre países desarrollados y en desarrollo no radica en la riqueza, sino en el acceso a las oportunidades.

La semana pasada, al escuchar nuevamente las palabras de Peter Thiel, recordé a ese niño. Estas declaraciones se publicaron originalmente en 2024, cuando Bitcoin cotizaba cerca de los 60 mil dólares. Thiel dijo entonces: “No estoy seguro de que suba mucho más desde el precio actual”. También reflexionó: “La idea original de Bitcoin era ser un mecanismo liberal, anti-gobierno centralizado... Eso fue lo que me entusiasmó al principio. Sin embargo, parece que no ha funcionado del todo como se esperaba”. Tras un largo período de consolidación de Bitcoin, estas palabras cobran aún más peso. Para Thiel, ese activo que alguna vez simbolizó la rebeldía se ha institucionalizado, se negocia a través de ETF (perdón, debería decir ETP), es aceptado por gobiernos y absorbido por el sistema financiero tradicional. Pero lo que él ve como un final, quizás sea solo la mitad de la historia. Para los miles de millones que aún están excluidos de las finanzas estables o de oportunidades justas, el propósito de Bitcoin ha cambiado: de ser una herramienta de salida para liberales, a una herramienta de entrada para la democratización, convirtiéndose en un puente hacia el capitalismo global, no una vía de escape.

Las palabras de Thiel también simbolizan un cambio más profundo bajo la superficie: una transferencia de poder silenciosa. Como escribí en “La IPO silenciosa de Bitcoin”, la integración actual no es un fracaso, sino un evento de liquidez. Aquellos primeros creyentes, cypherpunks, mineros e inversores, quienes llevaron a Bitcoin de la oscuridad a la legitimidad, finalmente están viendo recompensada su fe. Venden Bitcoin no por miedo, sino por satisfacción. El comentario de Thiel ilustra perfectamente este cambio: los fundadores liberales que construyeron este sistema ahora se retiran, transfiriendo la propiedad a instituciones y personas que continuarán el legado. Las diferencias ideológicas o el costo de oportunidad ya no importan. Ellos avanzan. Así como una IPO distribuye acciones de una empresa a una audiencia más amplia, esta etapa distribuye la propiedad de Bitcoin a usuarios globales. Es el proceso donde una idea nacida de la rebeldía comienza a estabilizarse, el momento en que la libertad se convierte en infraestructura.

De la libertad a la accesibilidad

El liberalismo y la democratización comparten el tema de la libertad, pero su significado es muy diferente. El liberalismo es la libertad de escapar al control; la democratización es la libertad de participar. Los pioneros de Internet y las criptomonedas eran esencialmente liberales, visionarios empeñados en romper con los guardianes de la información y descentralizar el poder. Sin embargo, la mayoría eran insiders educados, con privilegios y recursos para optar por salir del sistema tradicional. Buscaban soberanía, no inclusión. El desafío actual es cómo expandir esa libertad a quienes carecen de herramientas, educación o infraestructura. La democratización es el proceso por el cual la libertad se vuelve accesible.

El “Manifiesto Criptoanarquista” y la frontera más difícil

Mucho antes de Bitcoin, Satoshi Nakamoto y el whitepaper, el “Manifiesto Criptoanarquista” de Timothy C. May (1988) capturó el sueño liberal de la autonomía digital. May imaginó que la criptografía, no la política, podría liberar al individuo del control institucional. Predijo que en el futuro la gente podría comunicarse y comerciar anónimamente, y que los estados serían incapaces de regular o gravar el flujo de información. “Estos desarrollos”, escribió, “cambiarán radicalmente la naturaleza de la regulación gubernamental, así como la capacidad de los gobiernos para gravar y controlar las interacciones económicas”. En escritos posteriores, May advirtió que el dinero sería el campo de batalla más difícil para la liberación. Decía que los gobiernos podían tolerar el discurso cifrado, pero no las actividades comerciales que no pudieran gravar o rastrear. “El efectivo digital anónimo es la aplicación más peligrosa de la criptografía”. Veinte años después, Bitcoin logró lo que él consideraba casi imposible: separar el dinero del Estado mediante las matemáticas.

Pero el manifiesto de May no fue un hecho aislado, sino parte de una tendencia más amplia en los primeros días de Internet. La red también tenía un aire anárquico: protocolos abiertos, foros anónimos, intercambio de información punto a punto sin regulación. Por un tiempo, encarnó el mismo espíritu liberal: la información es libertad, el código es ley. Sin embargo, incluso ese anarquismo digital fue evolucionando. Para democratizar el acceso a la información, se necesitaban usabilidad, seguridad y confianza. El caos original fue reemplazado gradualmente por motores de búsqueda, navegadores y estándares que permitieron a miles de millones acceder a Internet. Hoy, Bitcoin e inteligencia artificial están en un punto de inflexión similar. Si Bitcoin representa la liberación del capital, la inteligencia artificial representa la liberación del conocimiento. Ambos nacen del mismo gen anarquista, pero evolucionan hacia un futuro más inclusivo: transformar herramientas de soberanía individual en plataformas de empoderamiento colectivo.

De la chispa liberal a la llama democratizadora

Cada gran revolución tecnológica comienza con una chispa liberal y madura a través de la democratización. La imprenta liberó la información del control eclesiástico; la revolución estadounidense liberó a los ciudadanos del yugo monárquico; Internet liberó la comunicación del monopolio de los medios centralizados; Bitcoin liberó el dinero de los intermediarios. Sin embargo, en cada caso, los primeros beneficiarios fueron una minoría educada. La verdadera democratización ocurre cuando las herramientas se vuelven simples, asequibles y accesibles para todos.

Los liberales construyen la puerta; los democratizadores reparten las llaves. El whitepaper de Bitcoin prometió liberarse de los guardianes, mientras que la inteligencia artificial promete romper las barreras del pensamiento y las instituciones. Ambos comienzan con la búsqueda liberal de la soberanía, pero solo alcanzan su máximo potencial cuando se convierten en herramientas inclusivas. El desafío del futuro es asegurar que este ciclo —innovación, integración, rebeldía, democratización— no termine en una nueva concentración de poder, sino en un empoderamiento duradero.

Tecnologías puente: compromisos escalables

Toda revolución requiere compromiso. En el mundo cripto, las stablecoins —dólares digitales que conectan el mundo descentralizado con el tradicional— son ese puente. Para los puristas, las stablecoins son herejía, pues vinculan la blockchain con el dinero gubernamental. Sin embargo, para miles de millones, las stablecoins son la vía más sencilla de acceso al sistema financiero global. Las stablecoins para las criptomonedas son como HTTP y SSL para la Internet temprana: capas utilitarias que hacen que sistemas complejos sean utilizables y confiables.

La misma dinámica se repitió en los años 90. Los liberales de Internet soñaban con un espacio digital sin regulación, pero fueron empresas como AOL, Netscape, Amazon y luego Google, Apple, Meta —intermediarios comerciales despreciados por los puristas— quienes permitieron que la gente común accediera a la red. El verdadero avance no fue ideológico, sino técnico. La encriptación SSL permitió transferir tarjetas de crédito y datos personales de forma segura, abriendo el comercio electrónico. El compromiso es la forma en que la libertad escala. Las stablecoins y los exchanges amigables cumplen el mismo rol en cripto: puentes imperfectos que convierten ideas en participación real.

La masificación como motor de la democratización

Toda tecnología importante comienza como rebeldía, pero solo cumple su promesa a través de la adopción masiva. Como dijo Marc Andreessen: “La innovación que no escala es solo un hobby”. El objetivo no es solo construir sistemas resistentes al control, sino sistemas que beneficien a las masas. Chris Dixon, de Andreessen Horowitz, lo resumió bien: “El próximo gran avance puede parecer un juguete al principio”. El verdadero cambio ocurre cuando el juguete se convierte en herramienta, cuando el ideal de unos pocos se transforma en infraestructura para todos. Internet, los celulares, la computación en la nube y ahora Bitcoin siguen esa trayectoria. Todas nacen con energía liberal —apertura, sin permisos, descentralización— pero solo se democratizan cuando son utilizables, confiables y accesibles. No es una dicotomía entre anarquía y control, sino un proceso continuo. Para beneficiar a 8 mil millones de personas, la tecnología debe pasar de la ideología a la inclusión, de resistir el sistema a mejorarlo.

Democratización de la educación: la libertad liberal genuina

Si el ideal supremo del liberalismo es la soberanía individual, la democratización de la educación es su expresión más pura. La verdadera libertad no es solo estar libre de control, sino también tener la libertad de comprender, crear y participar. La inteligencia artificial continúa la premisa de Bitcoin: descentralizar el poder a través del código. Bitcoin rompió el monopolio bancario sobre el capital; la inteligencia artificial está rompiendo el monopolio institucional sobre el conocimiento.

Hace unos seis años, pasé una tarde con Michael Milken discutiendo el futuro. Una frase suya ha rondado mi mente mientras reflexiono sobre Bitcoin y conceptos fundacionales. Yo argumentaba que el dólar eventualmente se devaluaría, y él me interrumpió: “No pienses en el dólar desde la perspectiva de su posible desaparición, como dicen los libros de historia económica, sino en lo que representa”. Me dijo que si mañana abrieras las puertas de Estados Unidos y dejaras entrar a todos, habría 7 mil millones de personas haciendo fila. Su punto era simple pero profundo: el dólar no es solo una moneda; simboliza oportunidades, recursos y la creencia en la educación y la movilidad. Esa conversación me hizo ver con claridad, recordando mis días en Brasil y al niño en la boda que nunca había ido a São Paulo. No le faltaba inteligencia, sino oportunidades. Como suele decir Milken: “La inteligencia es pareja, pero las oportunidades no”.

Un futuro igualitario no vendrá de la redistribución de la riqueza, sino de ampliar los caminos para que la gente desarrolle sus capacidades. Bitcoin otorga la libertad de participar en el capitalismo sin pedir permiso. La inteligencia artificial puede hacer lo mismo en educación y emprendimiento. Juntas, nos acercan a la libertad que describe Milken: una libertad basada no en la riqueza, sino en la oportunidad universal de aprender, crear e integrarse a la sociedad.

Una nueva definición de potencial alcista

Quizás Peter Thiel tenga razón y el potencial alcista del precio de Bitcoin sea limitado, pero su beneficio para la humanidad recién comienza. Lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. Los primeros desarrolladores liberales crearon sistemas para quienes querían salir del sistema. La próxima generación está construyendo sistemas que permiten que todos elijan entrar. La rebeldía original está evolucionando hacia la inclusión.

El liberalismo le da vida a Bitcoin; la democratización le otorga escala. El efecto de red es el puente invisible que conecta ambos, y demuestra que la libertad crece con la participación.

Para ese niño que vivía en las afueras de São Paulo, que nunca voló en avión y ni siquiera conocía la ciudad a quince minutos de distancia, el verdadero valor de Bitcoin y la inteligencia artificial no es teórico. Abren una puerta a un mundo nuevo, donde la distancia ya no determina las posibilidades, el conocimiento y el capital pueden fluir sin fronteras, y la mayor esperanza de la tecnología no es escapar del sistema, sino integrarse a él. Por eso, llamo a Bitcoin la inversión en inteligencia artificial más pura.